lunes, 13 de septiembre de 2010

un lunes...

... lo primero que te sorprende es el silencio. Ves a tus compañeros de trabajo todos sentados en su sitio, con la atención fija en unos papeles que rellenan. Tu jefe se acerca hacia ti con un gesto de desaprobación. Cuando está a tu lado te alarga un pequeño taco de papeles y, sin hablarte, te señala un sitio vacío, que no es el tuyo. Intentas hablar con él, pero no sólo no te responde, sino que exclama en voz muy alta: “¡A cualquiera que hable le resto un punto! ¡Y lo digo en serio!”. Te entra la risa pero, afortunadamente, tu jefe comienza a pasearse en dirección contraria, supervisando a los demás. Nadie te mira, nadie levanta la cabeza de sus hojas, y ya sientes curiosidad por saber qué está pasando.


Una vez en el sitio que te han asignado puedes por fin ver qué pone en esos papeles. En un vistazo rápido ves varias preguntas con espacios en blanco debajo de ellas. Entonces te fijas en la cabecera: “PRUEBA FINAL DE MATEMÁTICAS”. ¿Cómo? ¿Qué es esto? Te levantas para preguntarle a tu jefe en qué consiste exactamente la broma, o si te has equivocado de oficina, o si olvidaste apuntarte a algún curso avanzado. Entonces oyes desde lejos, reverberando en tu nuca: “¡No levantarse! ¡No hablar! ¡No copiar! El que quiera alguna aclaración, que levante la mano”. Levantas la mano y tu jefe llega hasta tu sitio. Le explicas tu situación, cómo te ha sorprendido encontrar esta prueba aquí, ya que las matemáticas no son necesarias para tu trabajo, y por otro lado no entiendes bien por qué para los demás sí. Le dices que tú no tienes ni idea de las preguntas que aparecen en esos papeles. “¿Va usted a dejar el examen en blanco?”. Y sin dejarte responder, añade: “¡Suspendido! ¡Fuera de aquí! ¡Ahora!”. Te ves obligado a abandonar tu oficina, no sin antes echar un último vistazo a esas cabezas gachas que no se inmutan.