miércoles, 15 de septiembre de 2010

…te paras porque ves borroso y como distorsionado. Sí, es cierto que tienes sueño, pero qué mal ves hoy. Das un paso hacia dentro y notas que te mojas hasta la ropa interior, los calcetines, los zapatos encharcados. Das un paso hacia fuera y te quedas a la puerta, en el pasillo. La señora de la limpieza te ve de lejos y te grita: “Pero, ¿no ves cómo estás poniendo el piso? ¡Entra ya!”. Y entras. Dos sirenitas aparecen flotando desde arriba y te ponen un equipo de buceo, con un regulador, botellas, chaleco, e incluso máscara (gafas)... Tus compañeros de oficina están en sus puestos, con el mismo equipo de buceo, y parecen estar trabajando. Hay luz, y los ordenadores funcionan. Una vez en tu puesto notas que te vas hacia arriba, y acude una sirena a tu lado, que te hace un gesto sonriente para que liberes aire del chaleco. ¡Qué poco interés mirar a una pantalla! Prefieres dejarte flotar, elevarte por encima de tu ordenador, y recorrer flotando el espacio por encima de las cabezas de los demás. Tu jefe te hace un gesto con el pulgar hacia abajo, para que bajes al suelo. Entonces decides esconderte en un despacho vacío para poder disfrutar de la sensación de ausencia de gravedad, de dejarse llevar, fluir, flotar… El despacho da a la cristalera exterior. Miras hacia fuera y, en lugar de ver la carretera, coches, árboles, etc., ves… otra cosa. Al principio no consigues entender la imagen. Son grandes formas coloridas. Analizando con detenimiento lo que ves ahí fuera, sacando la imagen general, alejándote de la cristalera unos metros, consigues confirmar tu peor sospecha: estás en una pecera, y una especie de peces humanoides gigantes te contemplan desde el otro lado.