jueves, 23 de septiembre de 2010

…no ves nada porque todas las luces están apagadas. De pronto, alguien grita: ¡Felicidades! Se encienden todas las luces y encuentras a todos, incluido el director general, a la puerta de la oficina. Te reciben con una tarta de cumpleaños con una vela encendida, confeti, gorros de fiesta, collares hawaianos, copas de champán, música muy animada y con volumen. Tratas de decirles que hoy no es tu cumpleaños; de hecho, quedan varios meses. Pero no te dejan hablar, todos charlan alegremente contigo y entre ellos, te ponen una copa en la mano, un gorrito y un collar, te tiran confeti y te escoltan hasta tu puesto. Tu jefe te está diciendo: “…y ya sabe usted que los días de cumpleaños el empleado o la empleada no trabaja, sino que los demás hacemos sus tareas por él o ella”. La verdad es que cada vez te está gustando más que se hayan equivocado. Te empiezan a entregar regalos y más regalos, con envoltorios vivos, con lazo, cajas voluminosas, con peso. Y te sientes culpable. Al final, consigues que todos se callen. “Os lo agradezco mucho, chicos, pero hoy no es mi cumpleaños, faltan varios meses”. Al principio algunos se ríen, creen que estás de broma. Después se dan cuenta de que hablas en serio. Alguien grita: “¡Nos ha engañado!”. Y rápidamente te arrebatan los regalos, la copa, el gorrito, el collar hawaiano, y se van por la puerta. La oficina queda vacía y tú en tu puesto. Se asoma tu jefe y dice: “¡Hacernos venir en sábado para esto! ¡Ahora termina usted todo el trabajo!” ¿En sábado? Miras el calendario en tu ordenador: es la fecha de tu cumpleaños. Y es sábado.