viernes, 12 de noviembre de 2010

...te cruzas por el pasillo con tu jefe, el cual te saluda muy amablemente, incluso te abraza, un abrazo sincero, y te da dos besos; parece totalmente feliz de haberse encontrado contigo. Una vez en tu puesto, tus compañeros también te saludan con amabilidad y afecto, con cariño incluso, sonrientes, y relajados, propensos a hacer bromas y reírse, pero sin tensión. No acabas de entenderlo, pero te gusta. Te pones a trabajar rápidamente en una serie de documentos que tienes que entregar en el plazo de una semana, pero viene tu jefe y os dice a todos: “Venga, vamos a empezar la mañana con alegría”, y lo dice con un tono casi desconocido en él, de auténtica felicidad. Entonces vais todos a donde está la máquina de café. Te acercas a ella, y aprecias que está apagada. Ves entonces que hay una máquina profesional de café expreso y que todos están esperando, relajados y afables, a que se vayan haciendo los cafés. Hay unos bollitos allí, y preguntas: “¿De quién es el cumpleaños?”. Entonces todos se ríen: “¡Qué cosas más graciosas dices!”. Tras estar allí una media hora, dices: “Bueno chicos, no sé vosotros, pero yo tengo que terminar unos documentos y me vuelvo a mi puesto”. Sin embargo, no te dejan marcharte. Unos se ríen, otros te retienen, y tu jefe dice: “Venga, que estamos con el movimiento slow, cálmate, libera tus tensiones, siente tu columna alargarse, déjate llevar con la corriente, go with the flow...”. De pronto, alguien te aclara todo: “oye, os estáis equivocando, todos nosotros compramos lotería pero ‘alguien’ no lo hizo”. Todos te miran, serios, algunos como con pena. “No puedes dejarte llevar, tienes que seguir currando, ja ja ja ja”, dice por fin el aguafiestas.

viernes, 5 de noviembre de 2010

... te sorprende el ruido. Lo primero que ves es un par de gallinas cacareando a la puerta, mientras aletean y caminan. Más allá hay un par de mulas. El suelo está sucio, lleno de paja y de excrementos, y los ruidos son producidos por distintos animales. Por cierto, te sorprende cómo suenan algunos de ellos: hay algunas ovejas en el departamento de contabilidad, y más que a “Be”, suenan a “¡Ehhhh!”. También hay una vaca gorda en el puesto de la secretaria, y sí parece decir “Mu”, aunque a veces también parece gritar “¡Uíiiii!”. Te cuesta avanzar por entre los animales y sus excrementos, pero por fin llegas a tu puesto. Hay un caballo comiéndose las plantas, pero no hay humanos; nadie controla a la granja. Al pasar por delante del despacho de tu jefe, te sorprende ver un enorme cerdo comiendo basura con voracidad. Hay un par de ratas sobre la mesa comiéndose los documentos. Por fortuna, los animales no parecen haber advertido tu presencia, todos siguen haciendo lo mismo, sin inmutarse. Un perro de aspecto fiero entra ladrando en el despacho de tu jefe, parece intimidar al cerdo, y luego se marcha hacia Dirección. Cualquiera diría que todos se han convertido en animales... ¿Qué animal serás tú? Mientras reflexionas, se cruza un avestruz que te recuerda muchísimo a tu compañera de departamento. De pronto te transformas. Sientes unas ganas irresistibles de comer, y para ello, de cazar, de matar, de sangre. Asaltas a varios animales, entre ellos la vaca y el cerdo, y satisfaces tus apetitos animales. De pronto se cruza en tu camino un tigre bellísimo y sientes que tú eres uno de ellos. Le permites comer de tu comida y juntos salís de allí, dispuestos a imponer la ley de la selva.

lunes, 25 de octubre de 2010

...estabas reflexionando sobre la raíz etimológica de la palabra vegetar. Suena a ser un vegetal, y por tanto a estar plantado, con las constantes vitales estables, pero sin ningún tipo de actividad, motivación o novedad. Entonces ves una imagen que difícilmente podrás borrar de tu mente: en cada puesto de trabajo, en lugar de personas sentadas en sus sillas frente a ordenadores, encuentras árboles. Árboles firmemente plantados, cuyo grueso tronco, compitiendo con las columnas, surge desde el suelo de moqueta de la oficina y se eleva hasta el techo y lo atraviesa, dejando por el camino algunas ramas. Es un bosque silencioso, siniestro, iluminado artificialmente. Los puestos de trabajo parecen casitas de Liliput al lado de semejante arboleda. En tu puesto no hay árbol... ni silla. Lo ves desde lejos, porque no te atreves a avanzar por entre los troncos recios y fuertes. ¿Y si tus compañeros se han convertido en eso? ¿Acaso vas a correr la misma suerte? Hay algo de tensión reprimida en estos árboles, como la que ves al contemplar los personajes teatrales de Las Meninas: parecen suspirar por alguien que los libere de su forzada quietud. Sales corriendo. Llegas al parking y ves algunos árboles muy cerca de los coches; algunos los atraviesan y salen por su techo. Tratas de alejarte de allí pero poco a poco tu cuerpo se va endureciendo, tus piernas se entumecen, pierdes sensibilidad en el cuerpo, te vas paralizando, te paras, te conviertes.

jueves, 21 de octubre de 2010

…adviertes que han instalado cámaras de seguridad. Además, notas que hace bastante frío, así que decides quedarte el abrigo puesto. La silla te parece más incómoda. El ordenador tarda mucho en acceder a las carpetas de la red. El correo no se actualiza. Cuando vas a preguntar a tu compañero/a de al lado si le ocurre lo mismo, ves que no está. Al preguntar por esta persona, te dicen que está de baja por un virus. El caso es que hace bastante frío, y decides tomar un café para entrar en calor, pero al llegar a donde solía estar la máquina de café ves que hay un hueco, y un cartel: “se elimina la disponibilidad de la máquina expendedora de café para evitar pérdidas de tiempo”. Vuelves a tu sitio, donde alguien ha dejado una gruesa carpeta que reza: “Manual del nuevo trabajador”. Dentro, una carta para firmar en la que aceptas ceder los derechos de utilización de tu imagen, y detrás, toda una serie de normas que desconocías, entre ellas, un cambio de horario: ahora vas a estar menos tiempo en la oficina, pero no puedes levantarte de tu puesto sin pedir permiso. No se toma café, no se habla con los compañeros… se trabaja. Vuelves a intentar trabajar pero los accesos siguen funcionando mal. El frío es extremo, y se oyen toses de varios compañeros. Esto continúa así semana tras semana, mes tras mes, tus compañeros van cayendo enfermos de diversas dolencias, todas ellas provocadas supuestamente por distintos virus. Sin embargo, tú sigues sin enfermar, te abrigas cada vez más, traes infusiones en un termo, haces más ejercicio, duermes todo lo que puedes. Pasados 6 meses, al entrar en la oficina, encuentras una carta sobre tu mesa: “Gracias por participar en nuestro experimento de resistencia a condiciones adversas. Al ser la persona que más ha resistido, le hacemos entrega de este Rélox imitando oro y le ofrecemos la posibilidad de permanecer en su puesto si se somete a unas cuantas pruebas rutinarias”.

martes, 19 de octubre de 2010

…se te cruza una de las personas que trabajan en tu departamento. Va desnuda. Tiene un buen cuerpo, la verdad, no te imaginabas que estuviese así. Te quedas un rato sin poder moverte ni pensar, hasta que reaccionas y vas hasta tu puesto. Tienes una reunión en breve, chequeas el email, la agenda, y vas a la sala de reuniones. Allí, adviertes que todos están desnudos. Mujeres y hombres. Y lo están de la forma más natural, como si no estuviese pasando nada. No sabes hacia dónde mirar, te cuesta mantener la mirada de tus compañeros de reunión. Miras hacia tu cuerpo, y respiras hondo: tú sí tienes ropa. Durante la reunión, al estar sentados, sientes bastante alivio. Pero te parece lamentable y horrible cada vez que uno de ellos se levanta a explicar algo y camina hacia la pantalla de proyección, o peor, se vuelve hacia el resto, con todo el cuerpo iluminado por el cañón. El cuerpo de esta mañana no es como estos que ves ahora, gordos y peludos. Estás deseando que se acabe la reunión y poder irte a tu casa con cualquier excusa. Lo más asombroso es que ninguno de los otros parece notar nada, se hablan con naturalidad, se miran a los ojos; tú te pasas la reunión mirando hacia las falsas notas que estás tomando, porque en realidad no estás enterándote de nada. Tu jefe te llama después a su despacho. También está desnudo y, afortunadamente, sentado. Él si te mira con extrañeza, de arriba abajo, como no comprendiendo algo. Lo peor es que se pone de pie y quiere hablarte de cerca, te pasa un brazo por el hombro, un brazo desnudo, él desnudo, tú mirando hacia el infinito para no verle. Te dice: “Dijimos business casual.”

domingo, 17 de octubre de 2010

…se acerca a ti uno de tus compañeros esgrimiendo un documento elaborado por ti. Te dice: “no has rellenado correctamente el formulario GMP VII/1.1”. Te diriges a tu sitio sin contestar, y tu compañero sigue hablando: “Te ha faltado la fecha en la página 1, has firmado en boli verde en lugar del azul corporativo, y te falta la hoja de confirmación de lectura”. “Gracias, ahora lo miro”, le dices arrancando la hoja de sus manos. No te gusta que te hablen antes de haber tomado el café, no te gusta que te acosen antes de haber encendido el ordenador. Tu mesa está tan llena de papeles que no recuerdas de qué material está hecha. Son todo formularios, informes, procedimientos, protocolos, metodologías, normativa, procesos… Te das cuenta de que los conceptos abstractos que definen estos papeles no evocan ninguna imagen en tu mente. Viene tu jefe: “Usted no puede seguir trabajando aquí”. “¿Será una broma?”, le dices con cierto escepticismo. Entonces, los vigilantes de seguridad se acercan, y se ponen cada uno a un lado. Tu jefe despliega un papel, y lee a toda velocidad: “No mantener la mesa limpia, no completar con pulcritud formularios, informes, procedimientos, protocolos, metodologías, normativa, procesos, tomar demasiado café, no atender con amabilidad al cliente interno, no encender el ordenador hasta haber tomado café, utilizar tintas no permitidas, no tomar en serio los protocolos corporativos, violar toda la normativa al respecto del uso de Internet y del correo electrónico. Por favor, acompañen a esta... persona a la salida”. Parece que deberías sentirte culpable, un fracaso, con miedo por un futuro incierto, la crisis, la precariedad laboral, pero no puedes evitar pensar: “¡Fieeeeestaaaaaaaaaa! Por fin libre de tanta estupidez”.

jueves, 14 de octubre de 2010

…decides darte la vuelta. Andas deprisa, casi corriendo, para que nadie te atrape, para no cruzarte con tu jefe. Te subes en tu coche, vas al aeropuerto, miras por un momento las pantallas de información, pides una plaza en el primer vuelo al Caribe que va a salir. Desde que compras el vuelo a precio de oro hasta que sale el avión, surge un momento de duda, de culpa, de arrepentimiento… así que compras una revista para no pensar. Una vez en el avión, te relajas, te dejas llevar, te duermes. Llegas a tu destino, pagas las tasas necesarias, tomas un taxi, llegas al mejor hotel. Después, piensas que es mejor alojarse en un sitio más barato. Haces amistad con una de las recepcionistas, te ayuda a conseguir un apartamento en la ciudad, te trasladas, y la misma persona te ayuda a buscar un trabajo. Al redactar tu currículum nueva oleada de duda, ya que en él tienes que reflejar tu vida gris de oficina, que quisieras que se hubiera borrado para siempre. No te llaman de trabajos como instructor de buceo, azafata de vuelo, camarero, patrón de barco o gogo-girl. Por fin encuentras un trabajo. Es tu primer día. Y al entrar en la oficina…

jueves, 7 de octubre de 2010

…se te cruza de pronto la persona de tus sueños. Avanza por el pasillo a toda velocidad y decides seguirla. Nunca habías visto a esta persona en la oficina. Realmente, nunca habías visto a esta persona en ningún sitio… más que en tus sueños. Pero la has reconocido nada más verla. Va muy deprisa, parece estar huyendo de ti, y tú tratas de seguir su ritmo. Atraviesa zonas que no habías visitado antes. Mira hacia atrás y te ve. Tú tratas de hacer un gesto, tratas de decir en un segundo: “¿Me conoces? Te conozco. Por favor, no huyas, eres el amor de mi vida. Te veo en sueños cada noche, y ahora por fin te tengo cerca”. Pero su gesto es de indiferencia, sigue avanzando, quizá más rápido aún. Ves cómo entra en una zona de acceso restringido, en la cual es necesario llevar ciertas prendas que esta persona sí tiene, pero tú no. Reparas en tu aspecto, el aspecto de un burócrata. ¿Por qué hoy? ¿Por qué tiene que aparecer hoy y no cualquier otro día en el que puedas demostrar tu valía, tus atractivos? Sigue avanzando, sigues persiguiendo a esta persona, y te cruzas con personal uniformado que te mira con extrañeza. La persona de tus sueños mira un momento hacia atrás, hacia ti, y echa a correr. Echas a correr y estás a punto de alcanzarla, pero entonces aparecen los vigilantes de seguridad, te retienen, te atrapan. La persona dice: “me está persiguiendo, creo que se ha obsesionado conmigo”, y tú gritas:”eres tú, eres tú, ¿es que no me conoces? ¡Te quiero! ¡Te quiero!”. El amor de tu vida hace un gesto de desprecio y se marcha. Los vigilantes te expulsan por la puerta de atrás. “¡Está conmigo!”, dice uno de ellos.

martes, 5 de octubre de 2010

…te cruzas con una persona de tu departamento. La saludas (¡Hola!) y te mira con extrañeza, como si no te conociera (Buenos días). Llegas a tu puesto, dejas tus cosas, y notas que la gente te mira raro. Tu primera reacción es mirar hacia abajo: ¿me habré manchado con el café? ¿Llevaré algo que no pega? ¿Me he puesto los zapatos? Te saludan, pero con distancia y con un aire como de timidez. Cuando llega la personan que se sienta más cerca de ti, le saludas por su nombre. “¿Cómo sabes mi nombre?”, te responde con perplejidad. Entonces empiezas a pensar que te están gastando una broma. Si es así, piensas que tu jefe no estará siguiéndola, ni siquiera sabrá de qué va. Así que te acercas a su despacho: “Buenos días, señor Ez, ¿qué tal está hoy?” El jefe te mira fijamente, y responde: “Disculpe, ¿a quién busca?” “Vamos, hombre, ¿usted también está siguiendo la broma? Soy yo”. Dices tu nombre y a tu jefe le cambia la cara. Dices tu nombre con apellidos y se levanta súbitamente y dice: “Váyase ahora mismo de aquí”. Coge el teléfono y se le oye: “Seguridad, se ha colado una persona en el edificio”. Cuando ves hasta dónde puede llegar la bromita, te marchas de su despacho, y entras al baño. Entras, te diriges a uno de los reservados, automáticamente, pero es cuando te das cuenta. Primero de reojo, de refilón, casi no lo adviertes, después con sobresalto, con susto, finalmente con terror: la persona que ves reflejada en el espejo no eres tú.

viernes, 1 de octubre de 2010

…no ves a nadie. Vas a tu sitio, y adviertes que los ordenadores están encendidos, y parece que ha habido actividad reciente. Después de un rato trabajando, todo continúa igual: no hay nadie. Hoy no hay huelga, no es festivo, no hay ningún tipo de evento… Decides buscarles. Y al pasar por la entrada de una sala de reuniones, oyes cierto rumor que proviene de ella, una especie de música. Decides entrar. Al abrir la puerta ves a todo el personal allí. Lo mejor de todo es que están bailando. Se han formado parejas espontáneas entre personas que sabes que no trabajan juntas, o que se llevan muy mal, o que no se hablan. Hay una música latina muy animada y festiva, luces de colores que giran, un suelo de parqué que te suena mucho que era de moqueta tan sólo ayer. Alguien de sexo contrario te invita a bailar. A pesar de lo extraño que te parece todo, a pesar de que nadie te responde cuando preguntas repetidamente: ¿Qué pasa aquí?, lo cierto es que te vas animando a bailar con esa persona con la que no has hablado nunca. De pronto la música se para de golpe y todos corren a sentarse. Sentados, con semblantes serios, te miran. Eres la única persona que ha permanecido de pie. Alguien dice: “has perdido”. Tratas de hablar con ellos, de reírte, de bromear, pero sus semblantes continúan inmutables. “No te queremos aquí”. Todos señalan con gesto acusador hacia la puerta. Tu jefe añade: “no se moleste en volver”. Sales de la sala andando hacia atrás. Cierras. Te marchas.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

…vas hasta tu puesto y te encuentras una serie de objetos extraños sobre la mesa. Hay una serie de lo que parecen piedras o rocas pulidas, negras y brillantes, de diferentes formas y tamaños. Además, estos objetos tienen una serie de ramales que fluyen hacia uno de ellos, el más grande. Observando con detalle los objetos más cercanos, ves que hay uno que parece un canto pulido de ópalo negro y que puedes rodear con tu mano. Al tocarlo, te sorprende el tacto porque no está frío, y notas que se desliza fácilmente sobre su base pulida. Otro objeto cercano está cubierto de pequeños cristales cúbicos y negros con dibujos blancos de fantasía sobre ellos, que parecen jeroglíficos. Frente a ti hay lo que parece una enorme roca pulida, también de color negro, con un extraño dibujo metálico abajo. Al tocarla compruebas con sorpresa que tampoco es fría, e incluso parece que cede ligeramente al tacto. A su lado, un enorme monolito al que confluyen los ramales de estas tres piezas, con extraños dibujos metálicos y algunas ranuras inexplicables. Al tocar por casualidad el objeto lleno de cristales cúbicos notas que ceden a la presión, ensartándose en la pieza principal y volviendo a su lugar cuando dejas de presionarlos. Esto te parece realmente bello y agradable al tacto, así que una y otra vez vas presionando cada pieza, observando sus enigmáticos dibujos a modo de jeroglífico, cuando alguien pasa por detrás de ti. Se para a tu izquierda y mirando fijamente la roca pulida que tienes enfrente, dice: “¡Qué pasa! ¿Es que no trabajas hoy?”. Le miras, miras a ese objeto tan bello, y comprendes que espera que lo utilices para algo. Tal vez es una tecnología extraterrestre sobre la que se proyectan los propios pensamientos…

jueves, 23 de septiembre de 2010

…no ves nada porque todas las luces están apagadas. De pronto, alguien grita: ¡Felicidades! Se encienden todas las luces y encuentras a todos, incluido el director general, a la puerta de la oficina. Te reciben con una tarta de cumpleaños con una vela encendida, confeti, gorros de fiesta, collares hawaianos, copas de champán, música muy animada y con volumen. Tratas de decirles que hoy no es tu cumpleaños; de hecho, quedan varios meses. Pero no te dejan hablar, todos charlan alegremente contigo y entre ellos, te ponen una copa en la mano, un gorrito y un collar, te tiran confeti y te escoltan hasta tu puesto. Tu jefe te está diciendo: “…y ya sabe usted que los días de cumpleaños el empleado o la empleada no trabaja, sino que los demás hacemos sus tareas por él o ella”. La verdad es que cada vez te está gustando más que se hayan equivocado. Te empiezan a entregar regalos y más regalos, con envoltorios vivos, con lazo, cajas voluminosas, con peso. Y te sientes culpable. Al final, consigues que todos se callen. “Os lo agradezco mucho, chicos, pero hoy no es mi cumpleaños, faltan varios meses”. Al principio algunos se ríen, creen que estás de broma. Después se dan cuenta de que hablas en serio. Alguien grita: “¡Nos ha engañado!”. Y rápidamente te arrebatan los regalos, la copa, el gorrito, el collar hawaiano, y se van por la puerta. La oficina queda vacía y tú en tu puesto. Se asoma tu jefe y dice: “¡Hacernos venir en sábado para esto! ¡Ahora termina usted todo el trabajo!” ¿En sábado? Miras el calendario en tu ordenador: es la fecha de tu cumpleaños. Y es sábado.

martes, 21 de septiembre de 2010

…te diriges, como es habitual, a tu puesto. La rutina de cada mañana: conectas el suero fisiológico a la vía de tu brazo derecho, programas la silla para que te masajee cada hora, según la normativa de prevención de problemas circulatorios, te pones el casco de realidad virtual para comenzar con tus tareas, etc. Te acuerdas de pronto de que has olvidado conectar varios cables. Así que te vuelves a quitar el casco (aunque está prohibido), y te conectas a la medición de pulsaciones del corazón, a la medición de niveles de cortisol en sangre, y todos esos medidores que exige la legislación en materia de vigilancia de la salud. Además, enciendes el dispositivo que detecta tu chip cerebral para intercambio de información con la Computadora Central. Y también habías olvidado la sonda, ¡qué despiste! Te conectas a la sonda, y por fin vuelves a colocarte el casco. Se inicia el software que utilizas, que envía señales electromagnéticas a tu cerebro e intercambia información con tu actividad cerebral. Listo para un nuevo día en la oficina. Ya sabes, la rutina de siempre.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

…te paras porque ves borroso y como distorsionado. Sí, es cierto que tienes sueño, pero qué mal ves hoy. Das un paso hacia dentro y notas que te mojas hasta la ropa interior, los calcetines, los zapatos encharcados. Das un paso hacia fuera y te quedas a la puerta, en el pasillo. La señora de la limpieza te ve de lejos y te grita: “Pero, ¿no ves cómo estás poniendo el piso? ¡Entra ya!”. Y entras. Dos sirenitas aparecen flotando desde arriba y te ponen un equipo de buceo, con un regulador, botellas, chaleco, e incluso máscara (gafas)... Tus compañeros de oficina están en sus puestos, con el mismo equipo de buceo, y parecen estar trabajando. Hay luz, y los ordenadores funcionan. Una vez en tu puesto notas que te vas hacia arriba, y acude una sirena a tu lado, que te hace un gesto sonriente para que liberes aire del chaleco. ¡Qué poco interés mirar a una pantalla! Prefieres dejarte flotar, elevarte por encima de tu ordenador, y recorrer flotando el espacio por encima de las cabezas de los demás. Tu jefe te hace un gesto con el pulgar hacia abajo, para que bajes al suelo. Entonces decides esconderte en un despacho vacío para poder disfrutar de la sensación de ausencia de gravedad, de dejarse llevar, fluir, flotar… El despacho da a la cristalera exterior. Miras hacia fuera y, en lugar de ver la carretera, coches, árboles, etc., ves… otra cosa. Al principio no consigues entender la imagen. Son grandes formas coloridas. Analizando con detenimiento lo que ves ahí fuera, sacando la imagen general, alejándote de la cristalera unos metros, consigues confirmar tu peor sospecha: estás en una pecera, y una especie de peces humanoides gigantes te contemplan desde el otro lado.

lunes, 13 de septiembre de 2010

un lunes...

... lo primero que te sorprende es el silencio. Ves a tus compañeros de trabajo todos sentados en su sitio, con la atención fija en unos papeles que rellenan. Tu jefe se acerca hacia ti con un gesto de desaprobación. Cuando está a tu lado te alarga un pequeño taco de papeles y, sin hablarte, te señala un sitio vacío, que no es el tuyo. Intentas hablar con él, pero no sólo no te responde, sino que exclama en voz muy alta: “¡A cualquiera que hable le resto un punto! ¡Y lo digo en serio!”. Te entra la risa pero, afortunadamente, tu jefe comienza a pasearse en dirección contraria, supervisando a los demás. Nadie te mira, nadie levanta la cabeza de sus hojas, y ya sientes curiosidad por saber qué está pasando.


Una vez en el sitio que te han asignado puedes por fin ver qué pone en esos papeles. En un vistazo rápido ves varias preguntas con espacios en blanco debajo de ellas. Entonces te fijas en la cabecera: “PRUEBA FINAL DE MATEMÁTICAS”. ¿Cómo? ¿Qué es esto? Te levantas para preguntarle a tu jefe en qué consiste exactamente la broma, o si te has equivocado de oficina, o si olvidaste apuntarte a algún curso avanzado. Entonces oyes desde lejos, reverberando en tu nuca: “¡No levantarse! ¡No hablar! ¡No copiar! El que quiera alguna aclaración, que levante la mano”. Levantas la mano y tu jefe llega hasta tu sitio. Le explicas tu situación, cómo te ha sorprendido encontrar esta prueba aquí, ya que las matemáticas no son necesarias para tu trabajo, y por otro lado no entiendes bien por qué para los demás sí. Le dices que tú no tienes ni idea de las preguntas que aparecen en esos papeles. “¿Va usted a dejar el examen en blanco?”. Y sin dejarte responder, añade: “¡Suspendido! ¡Fuera de aquí! ¡Ahora!”. Te ves obligado a abandonar tu oficina, no sin antes echar un último vistazo a esas cabezas gachas que no se inmutan.

viernes, 10 de septiembre de 2010

un viernes cualquiera...

… está todo oscuro. No distingues muy bien, pero te da la sensación de que, además de oscuro, está distinto. Hay algo raro. Avanzas dos pasos, notando los pies muy comprimidos, muy incómodos, un ligero frío, la ropa parece pegada a tu piel. De pronto, un foco enorme te ilumina. Con esa luz eres capaz de ver que en lugar de tu oficina hay un enorme escenario con tarima, público a la derecha, cortinas rojas de terciopelo a la izquierda. Sorprendido y perplejo miras hacia abajo, hacia tu cuerpo, y ves un tutú blanco que te rodea en la cintura. Te asomas un poco más y ves unos pies enfundados en unas zapatillas de punta muy pequeñas, unos pies que retroceden asustados. Detrás de ti, una persona detiene tu retroceso. Al volverte, ves una fila infinita de bailarinas con tutú blanco, vestidas al parecer como tú, con moño lleno de flores (que también compruebas que tienes tocando tu cabeza). La cadena humana de sílfides te obliga a avanzar, a toda prisa, comienza una música que te suena, de estos clásicos conocidos, y todas las bailarinas empiezan su coreografía moviéndose muy rápido y yendo de un lado a otro. Sorprendentemente, tú te sabes los pasos, y haces lo que puedes. Cuando te has metido por completo en el papel, en la música y en los movimientos, das tu salto en un grand-ecart y al caer oyes risas estruendosas a tu alrededor: estás en la oficina, saltando en medio del pasillo y todos te miran. Afortunadamente, llevas la ropa de siempre.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

… ves que está todo vacío: la planta diáfana, con columnas, moqueta, iluminación. Pero han desaparecido las 15 filas de puestos. Y también han desaparecido las personas. Los despachos están abiertos, vacíos y con las luces encendidas. Sales entonces del edificio para ver si está la gente fuera. No ves a nadie, entonces te asomas a través de los cristales de la oficina y ves todo en su sitio: tus compañeros de trabajo algunos sentados, otros entrando, otros charlando… y están los muebles, equipos informáticos, las plantas, etc. Entonces vuelves a entrar, y de nuevo ves la oficina desnuda, iluminada y vacía. Corres hacia la calle y de nuevo todos trabajando. Golpeas los cristales pero no parecen escucharte, ni verte. Entonces recibes una llamada: tu jefe te pregunta dónde estás, porque ya llevas media hora de retraso. Puedes verle claramente a través del cristal, con esa cara de enfado tan suya, la piel enrojecida, la corbata molestándole en el cuello, su andar pesado. Le dices que se asome a la ventana, que podrá verte a través de la cristalera. Pero no es así, no te ve, te dice que dejes de hacer el tonto y que por favor entres ya. Él cuelga el teléfono, y tú haces un nuevo y desesperado intento de entrar, y encuentras una vez más el espacio amplio y estéril. Te sientas, esperas un rato, y decides marcharte. Desde fuera, te asomas por última vez, inútilmente, a través de la cristalera, y te ves a ti mismo sentado en tu puesto, y a tu jefe hablándole a ese otro “yo”.

lunes, 6 de septiembre de 2010

...dos funcionarios trajeados en gris y con sombrero años 50 te asaltan en la misma puerta y te piden el impreso 27B/6, o de lo contrario, no puedes acceder. Al ver tu cara de sorpresa, te dan el famoso impreso, que lleva varias hojas autocopiativas en azul, amarillo y rosa. El impreso es larguísimo, y necesitas sentarte a una mesa que han puesto, pedir prestado un boli, y empezar a rellenar los datos. Media hora después, ante la atenta vigilancia de los dos funcionarios, has conseguido rellenar el impreso. Se lo muestras triunfante, pero entonces te dicen que tienes que sellarlo en la planta 3, luego bajar a la -1 a hacer el pago de tasas, y luego puedes volver. Vas a la tercera planta pero allí, de nuevo a la puerta, te piden documentos para poder acceder, esta vez la copia compulsada de tu DNI, del libro de familia, del carnet del club de pádel (que no tienes) y de la última declaración del IRPF. Sin eso, no puedes sellar tu impreso. ¡Y date prisa que ya vas con casi una hora de retraso! Se te descontará de tu sueldo.