jueves, 7 de octubre de 2010

…se te cruza de pronto la persona de tus sueños. Avanza por el pasillo a toda velocidad y decides seguirla. Nunca habías visto a esta persona en la oficina. Realmente, nunca habías visto a esta persona en ningún sitio… más que en tus sueños. Pero la has reconocido nada más verla. Va muy deprisa, parece estar huyendo de ti, y tú tratas de seguir su ritmo. Atraviesa zonas que no habías visitado antes. Mira hacia atrás y te ve. Tú tratas de hacer un gesto, tratas de decir en un segundo: “¿Me conoces? Te conozco. Por favor, no huyas, eres el amor de mi vida. Te veo en sueños cada noche, y ahora por fin te tengo cerca”. Pero su gesto es de indiferencia, sigue avanzando, quizá más rápido aún. Ves cómo entra en una zona de acceso restringido, en la cual es necesario llevar ciertas prendas que esta persona sí tiene, pero tú no. Reparas en tu aspecto, el aspecto de un burócrata. ¿Por qué hoy? ¿Por qué tiene que aparecer hoy y no cualquier otro día en el que puedas demostrar tu valía, tus atractivos? Sigue avanzando, sigues persiguiendo a esta persona, y te cruzas con personal uniformado que te mira con extrañeza. La persona de tus sueños mira un momento hacia atrás, hacia ti, y echa a correr. Echas a correr y estás a punto de alcanzarla, pero entonces aparecen los vigilantes de seguridad, te retienen, te atrapan. La persona dice: “me está persiguiendo, creo que se ha obsesionado conmigo”, y tú gritas:”eres tú, eres tú, ¿es que no me conoces? ¡Te quiero! ¡Te quiero!”. El amor de tu vida hace un gesto de desprecio y se marcha. Los vigilantes te expulsan por la puerta de atrás. “¡Está conmigo!”, dice uno de ellos.